Creta es una isla de personalidad fascinante. Anexionada a Grecia hace apenas un siglo, en 1913, su historia se adentra en los remotos tiempos del Neolítico. La presencia de grandes civilizaciones en su territorio se asemeja a un telar tradicional, cuyos hilos han tejido una alfombra colorida y viva, un alma propia. El nombre de Creta se halla íntimamente ligado a la civilización minoica: quince siglos de una cultura primigenia en el Mediterráneo (2700-1200 a.C.), los palacios de Cnosos y Festos, los rituales refinados, los intercambios con Siria y Egipto… Hoy en día, Creta fascina no solo por aquel pasado misterioso, sino también por un paisaje de sierras montañosas pobladas de olivos, abismos sobre el mar, pueblos escondidos, playas solitarias y una gente hospitalaria y amante de la buena mesa.
Dos ciudades en la costa norte, Chania y Heraklion, son los accesos a la isla. Aunque las dos conectan con El Pireo el puerto de Atenas y reciben vuelos internacionales, Heraklion es la puerta principal. A su vez, la capital facilita la división del recorrido en dos partes: hacia el este, con los asentamientos minoicos y la costa oriental; hacia el oeste, con el bello puerto de Chania y sus casas policromas como referencia para acceder a las playas más occidentales y al desfiladero de Samaria.
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